Biografiando la vida de su hermana -de cuerpo presente-, en sus exequias, dijo, -entre otras cosas- ella, era muy amante de cantar; formó parte de la coral o grupo musical de la parroquia, cantaba siempre, y ella decía, que: “¡lo más importante, en esta vida, es: cantar!”
Recordé, la famosa frase de nuestro San Agustín (“santo canario”antes que el hermano Pedro de Bethencourt, de Vilaflor), que decía: “¡el que canta, reza dos veces!”. Cierto, me imagino a aquel pastor, que subiría -¡el único en seis siglos en el Tabaibal a los altares!-, cantando, y tocando la flauta, en aquellos parajes, de la isla hermana, por donde el sur y costa, sus silbos, sus sueños, sus amores...
Que, tal vez, lo que Benita –así se llamaba la difunda- nos proponía, era el optimismo, y la alegría, a pesar de: las hipotecas, paro, crisis, etc., etc. Cierto, que padecemos “cantitis”, o inflamación del cantar, y tanto, que por ello -¡dichosa enfermedad de la voz!-, no se oye a nadie cantar. La isla, las islas, el continente, el mundo, muere de tristeza: ya nadie canta, si no es en un escenario, en otros idiomas, dando gritos, y en plan come masa o come-coco idolátrico, al cual más extravagante, y llaman a eso “cultura”.
Que por otra parte, comento con quien me acompañó a velatorio y exequias, ya de vuelta, que: “¡todo estuvo bien: el ritual, homilía, cantos, etc.!”, e incluso, le dije: “¡me quedé, con la frase de la difunta en vida, cuando decía que: “¡lo más importante, en esta vida, es: cantar!”. Y me dice o contesta. “¡bueno, el salmo, ni fue el tradicional, ni tampoco gregoriano (con referencia a una guitarra y al estilo “quiquesco”)!” Pues, así le pareció, ¡y respeto a su opinión!
Pero, vuelvo a la importancia de la frase que encabeza, y que se ha repetido, en cuanto encierra un buen contenido, y es importante, que como testamento espiritual se guarde, y en la medida de lo posible, se pueda rescatar, el arte de cantar. Antes, todo el mundo cantaba, aún en la ducha o baño; ¡cuánto más, en sus trabajos y quehaceres!, ¡ya fueran los que fueran!; incluso, en el simple caminar e ir de un lugar a otro (de un pueblo a otro, se hacía el camino cantando...).
Lo que al presente: si te echas a cantar, te tomarán por loco. No obstante, es algo de humanidad, que hemos perdido. Con ello, hasta nos acercaríamos a los ángeles, que cantan en la Gloria a Dios eternamente. De hecho se dice de alguien que lo hace bien: ¡canta como los ángeles!”
El Padre Báez.
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