... que he visto, después de mucho tiempo, es a ese hombre, con gorra y pantalón corto de deporte, con las manos atrás, cabizbajo, deambulando por mi zona, sin saber a dónde ir, ni a dónde mirar..., mirada perdida, y eran las 11,00 de la mañana. No sé a qué hora se echaría fuera de su casa, ni si empujado por su mujer; ignoro si tienen hijos y cuántos.
Lo vi de lejos, al entrar al garaje, subí a mi habitación-trabajo, y curioso cogí los prismáticos, y calculo será alguien de entre 40-50 años, no percibí bien su rostro, por la sombra de la visera de la gorra...
... pero, es la estampa de un parado, y pensé en lo que pudiera estar él pensando. Ahora, cuando escribo sobre él, ya no lo veo por los alrededores. Seguro, se acercará a su casa, con las manos vacías, con nada en el bolsillo, y de pensamientos lleno (¡buenos y malos!).
Es, la tragedia que un 35 % de tabaiberos, que pasean por nuestras calles, y afueras (unos haciendo deporte, otros sacando al chucho... [justificando así sus salidas y disimulando sus situaciones]). Al menos éstos, toman el aire; pero, ¿y los que no salen por vergüenza, de que se les vean parados andando, ¿no se los come la indignación, la desesperación, el dolor, la amargura...
... quemando horas ante la televisión distraedora, echadora de balones fuera, lectora de cartas... No tendrán ni para comprar el periódico, que con ello compran pan para la semana. Pero, y si pan, ¿con qué conduto?
¿No se volverá al pan con aceite y un ajo? Al fin, pero lejos todavía –tienen que pasar mucho tiempo (los tiempos cambian muy lentamente)- para que aparezcan la cabra y el coger tierra, para ponerla en cacharros y plantar algo que poner en la mesa.
Volvamos a ese desconocido, de rostro hundido, como su cuerpo de hombros bajos y caminar lento sin rumbo; un pobre hombre, muestra humillante de un presente, que teniendo las puertas cerradas el campo, pasea su hambre, soñando imposibles, y esperando milagros irrealizables.
Lamento el deterioro físico, psíquico (¡y hasta espiritual!), de esta pobre gente, que irá a más, y llegarán a la miseria o al plato único de Cáritas, si es que tiene suerte y llega a tiempo. Tiempo tendrá para hacer cola y esperar; pero, ¿se lo permitirá la dignidad, el pudor, el reparo, el qué dirán los que me vean...
Triste y lamentable paisaje, el que soporta a hombres parados, cuando pudieran estar ocupados en esa misma tierra que pisan. Terror y tragedia, la que por esas cabezas pasan, por culpa de quien tiene frenado y cerrado el campo, que nos daría vida y alegrías, comida y paz, pan y trabajo.
Y solo sueñan –los de arriba (en el poder)- con un turismo irreal, que aunque cierto, no nos vienen a matar el hambre, ni a dar trabajo, sino a quitarnos lo poco que nos queda: el orgullo de ser un pueblo, “... el más inteligente del mundo... (Le Canarien)”, venido a menos, ¡a nada!
El Padre Báez.
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