Ahora que vuelve como cada año esta celebración religiosa, no puedo dejar de recordar el Vía Crucis particular que sufrimos los habitantes del norte de Gran Canaria desde hace muchos años.
Las obras de esta mal llamada autovía del norte sigue siendo el causante de caravanas interminables cada mañana con su lento discurrir, poniendo siempre a prueba los nervios y la seguridad de los usuarios de la vía principal de esta maltratada comarca, causando además una sangría económica aún por cuantificar.
Cuando visualizamos desde el interior de nuestros coches el lento discurrir de estas obras con unos poquitos trabajadores realizando sus labores a lo largo de muchos kilómetros paralizados, no podemos evitar que sobre nuestras cabezas vuelen multitud de interrogantes sobre la misma. ¿Cómo es posible que estas obras no avancen a pesar de los retrasos que acumula? ¿por qué nadie dice ni hace nada?, ni Alcaldes, ni Consejeros cabildicios o autonómicos parece interesar ni preocupar este más que evidente parón en las obras. Esta obra es responsabilidad del Gobierno Canario pero, ¿qué tienen que decir el resto de representantes políticos de nuestras Administraciones que también permanecen impasibles. Los propios habitantes parecen también resignados a esta tortura diaria, ya ni siquiera parece formar parte de nuestras conversaciones. Lo hemos asimilado como se admite lo irremediable de las enfermedades o la misma muerte. La rabia muchas veces reprimida con la impotencia del sufridor perenne.
Ahora que la crisis económica disimula toda incompetencia o falta de interés y que todo lo justifica, no nos queda otra salida que saborear nuestra bilis al tiempo que masticamos nuestra propia rabia por no revindicar con más contundencia lo que es nuestro, lo que nos aplasta, lo que nos anula, lo que nos retrasa años y años del progreso y nos aleja de una digna calidad de vida.
Seguramente tendremos la culpa los propios habitantes de esta comarca por nuestra conocida pasividad e indolencia. Nuestra conformidad y aceptación de lo que nos parece inevitable nos empuja a seguir esperando a ver si los tiempos cambian y un golpe de suerte, o el interés personal de algunos en otros proyectos paralelos, hacen que de rebote se agilice esta interminable obra.
Quería darle un toque de humor a estas líneas para desdramatizar, pero se me hace muy difícil bromear o usar la ironía con un problema tan grave y que parece que nadie está dispuesto a resolver.
Sólo falta que nos fustiguen, coloquen la corona de espinas y claven en la cruz.
Paco Vega.-
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