Yo quisiera ser casado,
si encontrara una mujer;
que supiera ordeñar bien,
para ordeñar mi ganado.
Es de La Breña (Telde). Me refiero a la cabra. Su dueño, puede ser de Manolo, de Antonio, de José..., o cualquier otro, ¡es lo de menos! Todos tienen, más de una. Pasa, que ésta -y no es la mejor- me hace gracia, porque -no hay dos iguales-, es que es singular, distinta...
Sin cabras, la vida no tiene sentido -al menos en este lugar y limítrofes-. Con ellas, la leche y el queso, están asegurados; también te dan estiércol para la tierra (¡qué papas!, gracias al mismo); el baifo que nace macho, salvo para preservar la continuidad, se lo comen.
La vida, gira en torno a las mismas: hay que cogerles la comida -aunque el año ha venido malo-, hay comida en la tierra para ellas -protegidas por Medio Ambiente, pero...- en las orillas de las papas, siempre crece hierba buena, y hay tuneras, y...
¡El ordeñe -del cuan habla la copla majorera-, con la invitación a si quiere un poco de leche -para merendar, con gofio- y he ahí la alegría, la seguridad, la vaca del pobre...
¿Y un desayuno, con queso tierno en el pan? ¡Nada les digo de un almuerzo, con un poco de gofio amasado, con el mismo queso...! Pues, esa que ven ahí:
De izquierda a derecha, la primera, la rucia, tiene cinco años; una cornamenta horizontal, que es un primor; el (la) ubre a reventar, da ¡cuatro litros de leche!; parió en octubre del 2011, y sigue dando leche; es la madre de las tres hijas (dos negras y la otra rucia); es la abuela de las baifitas: dos de una negra, una de otra negra, y otra de la rucia última (los machos, fueron al caldero).
La matriarca, como que no me quita ojos; ateta a defender a su prole, que permanece indiferente, seguras del cuidado materno, que las protege.
Aumenten el tamaño de la foto, para que aprecien el (la) ubre y la cornamenta de la señora cabra (que se confunde con las tablas del fondo del pesebre).
Todo un orgullo y satisfacción, para su amo y señor (no el macho cabrío), sino el padre de otra prole, que con leche de las cuatro, hacen un queso, cada día, que le quita el hipo a cualquiera, con solo verlo; ¡y más si lo prueban! Y ya ven, así: todo el campo, mi campo, mis parroquias: Lomo Magullo, La Breña, Cazadores, Tecén, Arenales...
Toda vez que esta semana, -novena a San José de La Breña (y se llena la Iglesia de niños, jóvenes, adultos y ancianos), a las 7 de la tarde- estoy “misionando” por el lugar, cada día -si puedo- les muestro distintos ejemplares y ejemplos, de cabras que soportan y alivian la economía del lugar y lugareños. A ver si sirve de estímulo y ejemplo.
El Padre Báez.
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