lunes, 6 de febrero de 2012

El Hierro no descansa

Entre 15 y 25 días estima el experto en vulcanología y científico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Ramón Ortiz, que el volcán de La Restinga cese su actividad y deje de emitir lava. Siempre y cuando siga la tendencia actual. El final de este centro de emisión no supondrá, sin embargo, «el final de la historia», según señala Ortiz, experto internacional en métodos de pronóstico de erupciones.
«El volcán de La Restinga está ya en las últimas pero la fiesta continúa», asegura Ortiz, quien argumenta -con datos en la mano- que el proceso volcánico, iniciado el pasado 17 de julio, ha entrado en los últimos quince días en una nueva fase de reactivación que hay que seguir muy de cerca y que podría acabar con un nuevo foco eruptivo.


Ortiz basa sus afirmaciones en un repunte que han experimentado los seísmos desde mediados de enero y que, día a día, confirman una tendencia creciente, con entre 13 y 15 al día (ayer se registró uno de 3,4). Además, según apunta, la deformación continúa alta en 5 milímetros.

Por el momento, los sismos son pequeños. Oscilan entre 0,6 y 2,8 grados de magnitud, lo que impide aún afirmar con rotundidad que el proceso volcánico vaya a acabar en nueva erupción. «Lo que está claro es que hay que estar vigilantes para ver si el proceso sigue acelerándose como ha venido pasando en los último días», manifiesta el científico.

Origen. En cualquier caso, la situación que se vive en El Hierro desde julio no es exclusiva de esta isla. La reactivación volcánica y sísmica es un hecho hoy en toda la zona del Atlántico, como lo confirman las repetidas y frecuentes erupciones que se han registrado recientemente en Islandia, algunas de las cuales todavía están activas. También ha sido patente la actividad sísmica registrada en el sur de la Península, norte de África, islas Azores e incluso en la costa Este de los Estados Unidos, además de la actividad volcánica en el oeste africano.

El origen está en los cambios de condición que ha experimentado la dorsal atlántica, que es una fractura de más de 15.000 kilómetros que va desde el Polo Norte hasta el meridiano 55 Sur, donde se une con la placa Antártica. Esta fractura, por la que sale continuamente lava y permite que la corteza bajo el océano Atlántico se haga cada vez más grande, generando movimientos constantes de la placa, ha entrado desde el año 2000 en una fase más activa, despertando a volcanes y generando terremotos.

Según apunta Ortiz, la crisis sísmica que se produjo en Tenerife en 2004 y el actual proceso eruptivo en la isla de El Hierro, está ligada a estos cambios en el la zona del Atlántico. «En año 2000 algo cambió en la zona de Canarias.

Comenzó a registrase una actividad anómala en el interior de la isla de Tenerife y se solicitaron diversos proyectos de investigación para estudiar en profundidad el fenómeno. En 2004 se produjo un notable incremento de la actividad pero en ese caso y, afortunadamente, no culminó en una erupción», apunta Ortiz.

Además, según apunta, cuando comenzó el proceso volcánico de El Hierro desapareció la sismicidad en el resto de Canarias. «El foco más activo entre Tenerife y Gran Canaria desapareció. ¿Y qué ocurrió entonces? pues que se produjo un terremoto en la costa atlántica de Estados Unidos. Y justo al día siguiente, hubo un seísmo sentido en Gran Canaria. Y al día siguiente, se inicia de nuevo la actividad entre Gran Canaria y Tenerife», explica el científico. Según manifiesta, estos fenómenos y su interrelación son difíciles de entender a gran escala pero, inevitablemente, hay que analizarlos en el mismo contexto. 

Según explica, la última fase de gran actividad documentada en la zona del Atlántico fue en el siglo XVIII. Entonces tuvo lugar la erupción en Islandia del volcán Laki en 1783, que sirvió de detonante para la Revolución Francesa debido a la hambruna que ocasionó el cambio climático inducido por la inyección de cenizas y gases en la estratosfera, acelerando las revueltas sociales. «Esta fase de gran actividad puede durar mucho tiempo», dice.

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