sábado, 11 de febrero de 2012

Artículo de Opinión: "La memoria o el sueño de los justos"

De cómo al final se hizo justicia y el hidalgo caballero conquistó sus sueños anhelados y se rotuló con bellas letras su ilustre nombre en una calle.


Cuando en Mayo de 2011 el conjunto de la ciudadanía se predisponía a cumplir con el ritual democrático de las elecciones, a muchos les vino a la cabeza (visitados por la ninfa Mnemosine, la de la memoria) una reivindicación que algunas voces sitúan en tiempos ancestrales, otras en el fin de la dictadura y la conquistada libertad de prensa, y los menos optimistas no más allá de 1997 con un documento presentado en registro sin entrada donde la reivindicación se formalizaba y daba comienzo la carrera por conquistar lo soñado por tantos. El conjunto de esta ciudadanía, con una cifra estimada de entre 6 y 7 personas, consideraron que era el momento de que se hiciera justicia para con uno de los magos de la prensa que ha sido capaz de introducirse en todos y cada uno de nuestros hogares, taxis, cafeterías, papeleras, y un largo etcétera. La rotulación de una calle a nombre de José Rodríguez Ramírez ha supuesto demasiada tinta para algunos, quebraderos de cabeza para otros, y movimientos de veleta para los más oportunistas. 

Sin entrar en consideraciones meritorias (a nadie se le escapa la ingente cantidad de ilustres realejeros que pueden y deben ser honrados con la rotulación de una calle o incluso mayor distinción) nos aferramos a un sentimiento de congoja cuando quien gobierna busca retratarse en un periódico donde la mayoría de veces se insulta o se busca sangre con forma de tinta donde empapar la pluma reseca. Las amenazas son harina de otro costal, al final el asesino quedará retratado en los ojos del asesinado para gusto y regusto de cuantos aman las novelas policíacas o de ficción. 

Resuelto el entuerto, con el voto en contra de quienes parecen tener dos dedos de frente, y la abstención del tuerto que había propuesto en su momento (2003) la rotulación de esta dichosa calle, momento de oportunismo político y editorial que parecía viento soplando en su dirección, las tornas han cambiado y nuestro benefactor se retrata y esgrime la espada de todos (quiero decir, de esos 6 o 7 realejeros más el grupo de gobierno del PP) para que don José Rodríguez consiga su objetivo y pueda recuperar el sueño que ha malogrado y malgastado desde aquel bienaventurado año de 1997. 

Pedro Vicario

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