Como cada año, el segundo Domingo de Pascua, dentro de la Octava, también este 2012, nos fuimos de Pascua Florida. En esta ocasión, la hicimos por el Sur, llegamos a Mogán, y nos asomamos a Veneguera.
Les cuento: a las 8,00 hora convenida, todos estábamos ante el templo parroquial de Nuestra Señora de las Virgen de Las Nieves (Lomo Magullo), y llenamos aquella enorme guagua de la comunidad creyente del lugar, para celebrar, como los primeros cristianos un día de compartir y sentir lo mismo. No pudieron ir todos, y algunos lo hicieron en coches particulares.
Salimos, como es lógico, por Telde a la autopista, para hacer la primera parada, en El Pajar, en Arguineguín, para visitar a Santa Águeda en su Cueva, la misma que utilizaran los guanches, por donde en laderas vimos restos de las casas de los mismos, con mucho siglos en sus cimientos. Allí, el Párroco, nos recibió con su color negro, vestido de blanco pascual; disfrutamos de los recuerdos de algunos de los excursionistas, que nos contaron juventudes allí vividas, siempre en corro todos, como el caso de los “canarios”, y que les contaré aparte, en otra ocasión.
Seguimos ruta hacia Mogán, y segunda parada en su plaza, para visitar la Iglesia del lugar y rezar a San Antonio, donde había bautizos, primeras comuniones y la monitora de moniciones era extranjera, con acento alemán, y el cura, español (o peninsular). También aquí tuvimos tiempo de tanto (comprar, estirar las piernas, hacer grupos de amistad, etc.), como antes en El Pajar, junto al mar allí, ahora en el interior, entre impresionantes riscos de belleza inaudita.
Nuevo desplazamiento, esta vez hasta la Degollada que divide Mogán de Veneguera, frente a Alobar –donde lo de Mujica, que perdió a 200 vascos, en enfrentamiento con los guanches, sin que de esta parte hubiera pérdida alguna-, frente también a los colores de arco iris de tierra, que impresiona por lo variopinto de sus cromados. Justo en esa Degollada, aprovechando algunos los bajos de la guagua, y casi todos a su sombra, la Misa más hermosa en marco inigualable por el fondo, y donde las mejores fotos no se hicieron, porque quedaron en la rutina (y en las máquinas).
Era hora de regresar y volver sobre lo recorrido, para bajar ahora hasta el Puerto de Mogán, donde a la sombra de unos gigantescos eucaliptos, almorzamos al modo de los primeros cristianos en un compartir fraterno, lleno de alegría, todos juntos, donde reinó la satisfacción y el mejor comer, y descansar amenizado todo ello por las canciones de Nicolás, de San Nicolás de Tolentino él, que arrancó varias veces y muy repetidas los mayores aplausos, y nos acompañaría hasta la Playa; pero antes, recogimos todo y lo dejamos en la guagua, para sentirnos libres de paquetes, bolsos y demás.
Bajaríamos de los eucaliptos hasta la Venecia de Mogán donde los peces, los turistas, los yates, el paseo por entre los puentes (sin góndolas, pero lleno de flores), pasear por lo ancho de la playa, con descansos a las sombras de los árboles que la daban, para sofocar el sol y calor reinante, pero con aire que desde el mar refrescaba el rostro, en amena unión y compañía, siendo la admiración y atención de camareros y turistas, al ver nuestro enorme grupo en amena conversación, lentos en el caminar y rápidos al humor y gozo, por cuanto disfrutábamos y la compañía inseparable del cantante citado.
Luego, subiríamos al Hotel Cordial, donde fuimos atendidos a cuerpo de rey, y disfrutamos de algo que nos sorprendió a todos por tantas delicadezas, y asombro por entrar en un cinco estrellas, donde parecíamos “Alicia en el País de las Maravillas”, lugar de ensueño, donde lo pasamos de forma increíble, por sorpresa y tanto lujo y arte.
Todavía, se nos reservaba el plato fuerte del día (si exceptuamos la Santa Misa), pues nos aguardaba el yacimiento aborigen con túmulos y cistas donde pudimos ver hasta 17 enterramientos guanches; algunos conteniendo el cuerpo íntegro de uno de los guanches muertos. Visita arqueológica, que asombró al personal, al descubrir tantas cosas de nuestro ayer e historia, siendo lo que más impresionó a la mayoría, por no decir a la totalidad. Los comentarios fueron de sorpresa, asombro, impacto...
Se acercaban las 17,30 y había que regresar –con pena, pero muy felices, por tantas experiencias positivas-, sin que hubiera que lamentar el más mínimo percance o dificultad. Parece el Resucitado, nos acompañaba y embaucados de su Espíritu, solo se respiraba paz y gozo, alegría y bien. Y, puestos en ruta, no vendríamos directos a casa, que nos desviábamos de la autopista (volviendo por otra ruta que la de la ida), para subir a...
Aldea Blanca, donde desde aquella ligera altura, como si el viento del Espíritu nos envolviera, merendamos en nueva mesa fraterna, donde cayeron las golosinas, refrescos, tortillas, y cuantos restos quedaron de aquel opíparo almuerzo; pero, no acabaría ahí la visita, que abierta la preciosa Iglesia del lugar dedicada a La Virgen de Fátima, ante tan hermoso Vía Crucis, lo recogimos con comentario y jaculatoria para acabar con visita al santísimo y breve meditación ante el Señor y Señora del lugar.
Vueltos a la autopista, todavía, no seguiríamos rectos a casa, porque se nos había olvidado hacer la foto de todo el gran grupo, que para que nadie quedara fuera del objetivo, el amabilísimo chofer hizo de gran profesional de la fotografía en un enmarque único y justo, sin que dejara a nadie fuera, en disparos acertadísimos –de distintas maquinas de fotos- como pudimos comprobar ya en ruta, y ahora sí de vuelta o regreso a casa.
Y tal como se había programado, a las 20,00 horas llegábamos al punto de salida, llenos de una experiencia imposible de relatar, porque lo que se vive es intransferible y como una imagen vale más que las palabras, los rostros de todos, eran de deseos de repetir; algunos dijeron haberlo pasado “pipa”, y todos manifestaban que qué día más hermoso, sin que faltara quien lo viera como un hito histórico.
El Padre Báez.
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